<<La última vez, animado por David decidí disfrutar de la cocina manchega y como mi destino estaba muy cerca, me entregué a los placeres de la gula, ya que a otros no llego.>>
Desde la inauguración de la línea de A.V.E. entre Valencia y Madrid mis viajes en coche han desaparecido. La comodidad de subirte en un tren y en algo más de 90 minutos desembarques en la estación de Atocha en pleno centro de la capital de España, es algo más que un lujo. Un lujo que se incrementa gracias a la dificultad de pasear por Madrid en coche: limitaciones de velocidad, prohibiciones de circular y sobre todo, la imposibilidad de aparcar.
Pero claro, siempre hay ocasiones en las que no tienes excusa y tienes que coger el coche.
Comer en carretera se ha convertido en algo complicado, sobre todo si lo comparamos con décadas pasadas cuando comer en ellas te abría un inmenso universo de posibilidades. Sensaciones que se fueron debilitando y casi desapareciendo con la aparición de las Autovías (las que ahora nos quieren cobrar) las cuales recortaron los horarios en los desplazamientos, facilitando el adelantamiento y la conducción.
Recuerdo en mis viajes a Madrid que parar en localidades como Motilla del Palancar u Honrubia era lo más usual, pues ambas localidades estaban a mitad de camino y siempre era adecuado realizar un pequeño descanso.
Sin duda, una de las localidades más visitadas en el camino a Madrid era la conquense Villarrubio, allí encontrábamos un establecimiento muy popular en los años 70 que se llamaba El Vasco.
El Vasco se hizo muy popular pues era el lugar dónde el Valencia C.F. se detenía en sus viajes a Madrid a jugar contra el Real o el Atlético de Madrid y gracias a esta circunstancia, muchos de los automovilistas que realizaban el mismo itinerario se detenían en él. Su especialidad era muy popular; las chuletas al sarmiento. También era muy popular las perdices escabechadas, las judías con perdiz y la merluza rebozada o a la romana.
El Vasco sigue abierto, y no ha cambiado un ápice de aquel guión que ofrecía ya en la década de los 70, 80 y 90.
Sin lugar a dudas, el mayor descubrimiento que he realizado en mis últimos viajes por la A-3 ha sido Essentia, en la localidad de Tarancón (Cuenca).
Sobre lo que en su vida fue el antiguo Mesón El Cantarero, encontramos este moderno y acogedor establecimiento dónde podemos disfrutar de una excelente cocina de mercado y manchega.
David Gómez su encargado, jefe de sala y magnífico profesional dirige con diligencia los varios espacios que encontramos; el Gastrobar y el comedor. En ambos espacios la oferta es muy similar, por lo que le recomendamos que si quiere encontrar una buena oferta de bocadillos, tostas o raciones se quede en el Gastrobar, y si quiere una cocina más exclusiva y relajada, elija el comedor.
Yo, debido a varios desplazamientos que he hecho últimamente he podido disfrutar de ambos espacios los cuales les recomiendo.
Las raciones de jamón ibérico son generosas, y se cortan a cuchillo gracias a la habilidad de Juan Francisco Solera, virtuoso del acero. Buenas y surtidas ensaladas, magníficos los productos de orza; lomo, longaniza. Croquetas de jamón, y por supuesto, un excelente surtido de quesos manchegos.
La última vez, animado por David decidí disfrutar de la cocina manchega y como mi destino estaba muy cerca, me entregué a los placeres de la gula, ya que a otros no llego.
Una de mis normas cuando como en otra Comunidad es tomar sus vinos, y en esta ocasión no fue un excepción, pues los vinos manchegos son muy ricos.
El vino blanco que me ofreció David provenía de unas bodegas que conozco muy bien; Finca la Antigua, un blanco elaborado con Viura sobre sus propias lías del 2017. Rico en aromas y con un paso muy fresco fue el acompañamiento de unos deliciosos torreznos. Muy crujientes y con un punto de fritura excepcional, una cuestión que se agradece pues no dan sensación de pesadez.
Si hay un plato manchego que idolatro es el Morteruelo, un guiso de podredumbre en el que el hígado de cerdo, los ajos y la harina de guijas (habas) me hacen deleitarme y disfrutar. Se puede comer con la corteza del pan, pero es mucho más recomendable hacerlo con cuchara.
Después pedí un plato de casquería; Zarajos de Cuenca. A diferencia de los muchos zarajos que he comido éstos eran de ternera lechal, y les aseguro que la delicadeza del punto lechal a la vez que sorprende, deja un inmenso sabor lácteo en el paladar.
Y por supuesto, no pudimos perdonar media perdiz escabechada. Prueba ineludible de que era de caza es que en la pechuga detecté dos perdigones, los cuales provocaron mis risas y las de David.
Esta segunda parte del menú fue acompañada por un vino tinto llamado Quinta de Aves, un Coupage de Tempranillo, Graciano, Merlot y Cabernet Franc. Un vino con 9 meses de barrica en el que encontramos una gran riqueza aromática a frutas del bosque, cerezas y arándanos al principio, para descubrir los toques avainillados conforme avanzábamos en su bebida.
El postre fue una correcta tarta de queso, que hay que reconocer que se ha convertido en el Postre del Año, pues muy pocos son los locales que no la ofrecen.
Impecable comida en Essentia, servicio y atención. Hay que agradecer que sigan existiendo buenos profesionales como los que encontramos en esta casa. Felicidades.
Adva. Adolfo Suárez, 30
Telf. 969322397. Tarancón (Cuenca)