La Asociación de Elaboradores de Cava de Requena supera con creces los 6000 brindis que pedía su Presidenta, Rebeca García.  

Mi sensibilidad con los vinos espumosos es mucho mayor que con los más tranquilos tinto, blanco o rosado. 

Busco en mi memoria y atribuyo esta pasión a mi infancia, tendría 9 ó 10 años, cuando las tradiciones eran normas implantadas en muchos hogares españoles. 

En esa infancia de la que disfruté, en la que dentro de una familia de clase media se podía disfrutar. Como muchos de mi generación, éramos unos coleccionistas impenitentes de cromos de toda índole y temario. A bote pronto recuerdo los de Vida y Color, La Biblia, de Motocicletas o de Coches, pero los que se llevaban la palma eran los de los Equipos de Fútbol y los consabidos futbolistas.  

Me imagino que esta afición nacería en la postguerra española, y es posible que viniera importaba de los Estados Unidos, donde eran muy populares los cromos de beisbolistas, que por cierto, por algunas de estas “estampitas” se han pagado verdaderas fortunas. 

Pero volvamos a mi infancia, a los domingos y a mi afición por coleccionar cromos. La Liga solía comenzar a finales de septiembre y ese era el silbato de salida para iniciar la colección y llenar el álbum. Al principio lo ibas llenando con ilusión, porque todos ellos tenían su espacio, pero poco a poco iban surgiendo los “repes”, esos que ya tenías y podías ir cambiándolos. 

Esa primera circunstancia se realizaba en el patio del colegio, en mi caso los Dominicos, pero el recorrido era corto, y más tarde o más temprano ya los tenías todos vistos. 

Pasada esa primera selección, venía la del domingo cuando nos acercábamos a La Plaza Redonda de Valencia, un verdadero mercadillo; entre un bazar o un zoco. Allí podías encontrar de todos. Casetes (nunca discos, los LP utilizaban mucho espacio y te los podían dar rayados), relojes, cómic de Marvel del capitán Trueno o El Jabato, animales (sobre todo canarios) y jaulas y utensilios para darles de comer y beber, y por supuesto el mercadeo del cambio de cromos. 

En una de sus calles de entrada allí estaban los verdaderos profesionales del trueque, del cambio enseñando ya los álbumes completos para que eligieras al jugador que te faltaba. A modo de anécdota, recuerdo que con la llegada de Cruyff al F.C. Barcelona tuvieron que lanzar una edición especial, pues llegó una vez iniciada la Liga, y su cromo se pagaba sobremanera; por él se llegaron a pagar más de veinte cromos de cambio.  

Una vez cumplimentado la tradición de acudir a la Plaza Redonda volvíamos a casa. Mi madre, que era mujer precavida y preparada ya había dejado la comida hecha. Dentro de la modernidad más clásica, a principio de los 70 se puso de moda el Cóctel de Mariscos. Se solía dar en los menús de boda de aquellos años, y poco a poco se fue popularizando en la sociedad de aquellos años. Por ello, mi madre se acercaba al Mercado Central, y en un palco de confianza compraba unas colas de gambas congeladas (de gran calidad), las dejaba que se descongelaran y el domingo por la mañana, eso sí, con la inestimable colaboración de mi padre que solía hacer la salsa rosa o al whisky preparaban el plato. 

En una copa que les habían regalado en su boda, depositaban en el fondo lechuga costada muy fina, sobre ella las colas y al final lo cubrían todo con la salsa rosa. Después a la nevera para que se enfriara.  

El siguiente plato era otro clásico de aquella época, el pollo a L´ast hecho en casa. A finales de la década de los sesenta, con la llegada del 3º Plan de Crecimiento fomentados por los ministros del Régimen, llamados “tecnócratas” y llegados todos del Opus Dei, se fomentó sobre manera que la clase media pudiera disfrutar de los privilegios de las llamadas familias más pudientes, gracias a ello el español comenzó a tener vacaciones en verano y vio como su casa se llenaba de electrodomésticos para facilitar la tarea de las mujeres. Siempre recordaré a mi madre y a mi abuela Amparo el día que llegó a casa la lavadora Kelvinator de “Ojo de Buey”, verlas a las dos mirando y atendiendo al técnico que la llevó a casa fue toda una imagen que aún recuerdo, y han pasado más de 55 años. Cuando le pregunté a mi madre que electrodoméstico le había cambiado la vida, ella siempre decía “la lavadora hijo, la lavadora”. 

Otro de los electrodomésticos que también entraron en las casas de entonces fueron las cocinas con horno incorporado. Hasta entonces, las cocinas más comunes eran hornillos que tenía un par de quemadores y punto, todo lo que había que hacer al horno, había que llevarlo al horno de la esquina o del barrio, con la consabida pérdida de tiempo que suponía el desplazamiento.  

Una vez finalizado el Cóctel de Marisco, mi madre había sacado el pollo entero y le había introducido en su interior una majada de perejil, piñones y almendras, después le insertaba el pincho y lo introducía en el horno. Acto seguido encendía el fuego y allí pasada un par de horas dando vueltas, mientras se iba haciendo minuciosamente. Así cuando volvíamos del paseo, nos encontrábamos la comida hecha. 

Sentados en la mesa íbamos hablando y contando cosas mientras mi madre iba trayendo el cóctel y luego el pollo. Mi padre no era muy amante del vino, pero para los domingos solía poner en la nevera un vino que en aquel entonces era muy popular, se llamaba Pinord y era un espumoso muy refrescante. 

Yo le pedía a mi padre que me pusiera en la copa un “poquito” y el con  magnanimidad que le caracterizaba me solía poner media copa, con el consabido berrinche de mi madre. Esa media copa yo la racionaba, pensando el gran tesoro que poseía entre mis manos, una tradición que se perpetuó durante años, y que sin duda hizo mella en mí, y en el amor que poseo por todos los vinos espumosos. 

Pasado unos años, en el verano del 76 acudí con varios compañeros a un campeonato de Pentalón Moderno a Madrid, nos hospedamos en majestuoso Hotel Victoria (hoy reconvertido en ME by Meliá), un hotel junto con el Wellington de gran tradición taurina. En aquellos años, los hoteles obligaban hacer una comida en él; la mayoría de los días, solíamos cenar, pues por las mañanas competíamos. Recuerdo una noche que uno de los platos era “pollo frío” estábamos en julio, y yo comenté, “el pollo frío está bueno con champagne” casi me matan los veteranos, como un “niñato” de 15 años, podía decir aquella; uno que ya apuntaba maneras. 

Poco a poco la tradición se fue aferrando, y con la aparición de numerosas bodegas que ya elaboran cava, y éste figura en las cartas de los restaurantes, comer con cava o champagne, se ha convertido en toda una exquisita tradición.  

Como última anécdota, les contaré que en mi primera visita a El Bullí, comí con cava (en la década de los 90, daban comidas y cenas, siempre diré que la luz del Ampurdán catalán es una preciosidad) comí con cava, una situación que sorprendió, tanto a Ferrán como a Juli Soler. 

El Cava y su aparición en las bodegas valencianas. 

A mediados de la década de los años 80, varias bodegas valencianas decidieron elaborar espumosos, de esas bodegas recuerdo a tres de ellas; Castell dels Sorells, Marqués de Estivella y Torre Oria. 

El Totus Revolutum que existía en aquel momento entorno al vino y esa falta de reglamentación existente pues aún no habíamos entrado en Europa hacía que la gente etiquetara sin orden, ni control. Los distintos elaboradores de espumosos de Cataluña, de Valencia o de otras comunidades autónomas solían etiquetar con “Método Champanoise”, pero cuando entramos en Europa a nivel Político toda esta anarquía se tuvo que legislar y los bodegueros catalanes crearon la D.O. Cava, circunscribiéndola únicamente a los bodegueros catalanes, excluyendo de esta denomina a todos aquellos elaboradores de espumosos que no estuvieran en Cataluña. 

Esta decisión hizo que una serie de comarcas recurrieran al Supremo para que al igual que hizo en su día el Rey Salomón dictara una sentencia. La sentencia fue inequívoca y dictó a favor de los demandantes, permitiendo a aquellas comarcas que habían demandado, la posibilidad de integrarse en la D.O. Cava y acogerse a su reglamento. La sentencia circunscribía únicamente a aquellas comarcas, y no a otras, por ejemplo, en la Comunitat Valenciana solo se le permitió al municipio de Requena, excluyendo a todas las demás.  

Gracias a esta sentencia, algunas bodegas valenciana situadas en Requena comenzaron a elaborar cava, pero no existía ese boom que vivimos con la llegada del nuevo siglo. 

Ese boom que vivimos a principios del 2000 se intensificó poco a poco por varios motivos, y el principal fue el aumento del consumo de los espumosos o cavas. Así encontramos que numerosas bodegas de Requena decidieran elaborar cava. 

Poco a poco el cava valenciano comenzó a aparecer en los restaurantes españoles, con el consiguiente aumento del consumo y la presencia en la hostelería española. 

A finales del 2014 se creó la Asociación de Elaboradores de Cava de Requena, una asociación independiente y que desde el primer momento creyó que la mejor ubicación para presentar su proyecto era el Mercado de Colón en El Ensanche valenciano. 

Todos los finales del mes de noviembre, los asociados acuden al mercado y nos presentan sus cavas.  

Este año, por motivos obvios la Feria del Cava se ha suspendido, pero las asociación encabezada por su presidenta Rebeca García de Pago de Tharsys decidieron presentar hace unos días la iniciativa “Burbujas Solidarias”. 

La iniciativa ha consistido en mantener el formato de Feria con los elaboradores, pero el dinero recaudado ha ido en su totalidad destinado a los damnificados de la pasada DANA.  

Este pasado sábado 23 de noviembre las siete bodegas que forman la asociación se dieron cita en el Mercado de Colón y en dos acciones; por la mañana y por la tarde/noche dieron a conocer a los valencianos la calidad de nuestros cava. 

Durante la presentación, Rebeca García nos sensibilizó “No sé si abrazaremos y lloraremos o brindaremos porque todo salga bien en el futuro cercano, pero lo que teníamos claro las bodegas es que, pese a ser también zona afectada por la DANA; queríamos demostrar el compromiso con los afectados”.  

Rebeca continuó “Queremos hacer un llamamiento a la sociedad valenciana para que respondan masivamente a esta llamada, pues la recaudación integra estará destinada a los afectados de la DANA a través de Casa Caridad de Valencia”, explica Rebeca “ Nos marcamos un objetivo ambicioso y sería llegar a los 6000 brindis. Sería una cifra bonito para la causa” 

Una cifra que ha sido superada con creces.  

Además de las bodegas; Cava Marevia, Coviñas, Chozas Carrascal, Dominio de la Vega, Hispano+Suizas, Pago de Tharsys y Torre Oria, los establecimientos del Mercado también se han solidarizado y ofrecerán distintas tapas o platos para que podamos acompañar el cava con un buen bocado. 

La Pescadería Marín & Mary, Suc de lluna, Las Cervezas del Mercado, Pantalán 5, Mi Cub, Down, Casa de la Orxata, Manglano y Ma Khin Café. Todos ellos también donarán el importe integro de lo recaudado el sábado. El establecimiento “Vino y Flores” hará una donación económica en paralelo.  

La Asociación de Comerciantes del Mercado de Colón destinará todo lo recaudado de las tapas, pinchos y montaditos al Mercado de Aldaya junto con la aportación económica del establecimiento “Vinos y Flores”. 

El éxito de la convocatoria ha sido total, y según los cavistas, ya se hablaba que los 6000 brindis ya se había conseguido por la mañana, ya que el mercado estaba lleno de amantes del cava. 

Por supuesto un servidor se dio una vuelta por la mañana y vio lo animado que esta el espacio que en su día recuperó La Alcaldesa de Valencia Rita Barberá, convirtiéndolo en un referente del Ensanche Valenciano.  

 

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