¿Dónde buscas la seguridad en ti mismo?
La persona que más cerca tienes de ti, eres tú mismo. ¿Confías en ti o priorizas la confianza en otros antes que la tuya?
Si la respuesta es la segunda opción, tu seguridad en ti mismo es vulnerable e irreal, pues dependerá de factores externos que tú no puedes controlar, lo que te llevará a la incertidumbre, a la dependencia y a quebrar tu autoestima.
No se trata de volverte arrogante, sino de saberte capaz, de creer en ti, en tus talentos y habilidades. En eliminar de tu mente cualquier barrera de No puedo, No soy capaz, es demasiado complicado, es imPosible… o similares, y decirte: Sí puedo. Todavía no lo he conseguido pero estoy en ello. Soy capaz. Sólo me llevará un poco más, pero lo conseguiré.
Confiar en uno mismo es clave para disponerse a la vida, a saber que ocurra lo que ocurra, seremos capaces de hacer frente a las circunstancias. Eso te da coraje para saltar, para subirte al tren de las oportunidades, entablar relaciones con personas y saber que si caes, te levantarás y lo volverás a intentar de nuevo. El lenguaje con el que te diriges a ti mismo influye directamente en tu seguridad y amor propio.
Una persona insegura vive a medio gas, apenas se mueve en lo desconocido, no experimenta plenamente, no se adentra en el paraíso de lo nuevo, evita relacionarse con desconocidos… No despliega todo su potencial. El temor a fallar le impide entrar en acción y si falla o se equivoca, se retira. Rara vez llega a metas.
Empieza por creer que eres merecedor de todo lo bueno que te pasa, de lo que está por venir, de lo que realmente quieres, de esos elogios que recibes. Para empezar a validar esa seguridad, sal de tu zona habitual, de lo que ya sabes que haces bien, de tu comodidad, y salta afuera, hacia lo desconocido. Ve dirección a lo que quieres, probando lo que hasta ahora no te atrevías a hacer. Ponte en marcha. Estando en acción es la manera en que se descubre todo lo que se puede llegar a conseguir, es la mejor forma de aprender. Muévete, prueba a permitirte fallar, a sacudirte el polvo y vuelta a empezar. Es así como uno llega a pensar “De esta manera no ha funcionado, voy a encontrar otra, y luego otra, y otra”, y así hasta que lo consigas. Porque si aprendes a levantarte y a sacar ese jugo cada vez que caes, simplemente serás invencible.
Mímate, cuida de ti. No te castigues ni seas duro contigo. Ten paciencia. No te compares con otros, pues cada persona es un universo y su camino es único y exclusivo. Cada quien tiene sus tiempos, su ritmo, sus maneras… Y por más que imaginemos cómo es una persona, nunca podremos conocer realmente su mundo interior. Tan solo lo que quiere mostrar. Céntrate en el tuyo, ese es tu tesoro. Sé amable contigo mismo.
Echa una mirada atrás. A cuando eras tan solo un bebé. Recuerda cuántos retos has ido superando hasta hoy y date cuenta de que tu vida está llena de logros. Solo que se nos ha olvidado el valor de esas cosas. Aprendiste a andar, a hablar, a leer, a escribir, a jugar, a ir en bicicleta, a conducir… Haz una lista de al menos 50 logros, toma consciencia de eso. Estoy segura de que podrías escribir 50 más, y otros 50… etc. Haz también una lista de sapos, cosas que tienes pendientes, tareas, y ve realizando y tachando de la lista. Esa organización contribuirá a esa seguridad en ti mismo.
Mira dentro de ti, sé honesto con los recursos que posees y lánzate con ellos. ¡No te cuestiones, no dudes, haz! Si entras en la duda y en el juicio encontrarás siempre la excusa perfecta que te dejará en el lugar que estás, impidiéndote avanzar, mermando tu confianza.
Puedes empezar dando pequeños pasitos. Ponte un reto asequible y saborea el logro, siéntete orgulloso de ti. Celébralo, y a por el siguiente. Así irás ganando seguridad y cada vez tendrás menos reparo en dar pasos más grandes.
Vivimos en una sociedad que ha normalizado no tener reparo a la hora de hablar de lo que no nos gusta, de los demás y de nosotros mismos. Sin embargo, parece que no se ve con los mismos ojos que uno se reconozca lo que hace bien, sus cualidades, sus logros y recursos intrínsecos. Mírate al espejo, guíñale un ojo, sonríele y dile lo bien que haces esto o aquello. Lo mismo para los demás. Una palabra bonita no solo puede rescatar una sonrisa en alguien, sino una vida. Si estamos dispuestos a hablar de lo negativo, hablemos también de lo positivo y bonito de nosotros mismos y de las personas que nos rodean. Prueba a sonreír a un desconocido que te cruces por la calle. ¿Qué has sentido?
Pasea por la vida con tu mejor versión, muestra al mundo quién eres. Enamórate de ti. Seas como seas, sé. Con tus fortalezas y tus debilidades. Asume, acepta y no te avergüences. Ser auténtico es de valientes. De nada sirve que compren una imagen de ti que realmente no existe. Si quieres rodearte de personas que de verdad te quieren, muéstrate como eres. Algunos se irán, pero los que se queden contigo, esos serán de verdad. ¿A ti todo el mundo te cae bien? ¿Admiras o te gustan todas las personas? No, ¿verdad? Pues date permiso para gustar o caer mal. No pasa nada. Conquístate a ti mismo, deja que lo demás simplemente suceda. Luego haz magia con ello.
La vida está llena de momentos donde podemos sentirnos más seguros o menos, aprender a gestionar y regular eso, depende de cada uno. No importa cuántas veces te salgas a la cuneta, lo importante es volver siempre al camino.
Si requieres de herramientas, dinámicas, acompañamiento… Soy María Palanca, coach personal de Insieme Coaching, y estaré encantada de tenderte mi mano y sumergirme contigo en un proceso de coaching a tu medida para que realices los cambios que te propongas, así como cualquier meta en tu vida. Te acompaño en el camino a tu transformación y desarrollo personal.
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